Un pueblo de playa, al sur de Villa Gesell con características propias que cautivan…
Hay una hora de la mañana en la que los pájaros se sienten casi como en un bosque silvestre, cantan a su antojo sin interrupciones porque la gente aún sigue durmiendo o al menos remoloneando. Son muy pocos los que antes de las 10 de la mañana se sientan entre los árboles o marchan hacia el mar a disfrutar en plenitud de la inmensa y agreste playa de Mar Azul .
Algún churrero madrugador rompe el perfecto encanto de los sonidos naturales mientras camina por las calles del pueblo antes de internarse en la playa a vender sus churros y bolas de fraile.
La mayoría de los turistas que visitan Mar Azul son familias con hijos pequeños, pero esos niños pequeños siguen vacacionando en este balneario con sus padres ya siendo adolescentes. Suman a sus amigos o parejas, porque el amor por esta playa se va heredando y así la familia agrandada vuelve y vuelve.
Es que Mar Azul tiene ese encanto natural que enamora a todos porque tiene un poco de todo y para todos los gustos, aunque las características del pueblo son claras y los mismos turistas coinciden cuando las enumeran.
Tranquilidad, naturaleza, simpleza, la gente siente que es el entorno justo que necesitan para sus vacaciones, sobre todo pensando en los niños. “Vas a la playa y es tan grande que hay lugar para todos, los chicos tienen un espacio tremendo para correr, jugar y disfrutar”, dice Natalia de la ciudad de Rosario que es la segunda vez que visita Mar Azul y está encantada con el lugar y la casa que alquiló.
Las actividades para hacer durante el día son muchas: alquiler de cuatriciclos, cabalgatas, clases de surf, paseos en carruaje, la clásica y divertida excursión al Faro Querandí en camiones 6×6 que llegan por la playa, sandboard, kayakismo y en los últimos veranos los más osados comenzaron a practicar kitsurf.
A Mar Azul lo distinguen también sus comercios, ya que además de restaurantes, bares, heladerías y locales de ropa, cuenta con varios minimercados y proveedurías en las que los visitantes del pueblo y de localidades vecinas se encuentran para hacer grandes compras para abastecerse durante sus vacaciones.
Ricardo lo primero que preguntó al llegar, es donde podía comprar pescado de la pesca del día para hacer a la
parrilla, enseguida le dijeron de dos lugares donde lo podía conseguir. La parrilla es un elemento clave de las casas y aparts, en Mar Azul la mayoría de los alojamientos sin importar clase ni tarifa aseguran un deck con parrilla que termina siendo el primer comedor de la casa.
“Al quilé una casa hermosa, porque acá uno vive mucho las casas y por eso tiene que ser cómoda, funcional y tener espacio verde asegurado”, cuenta Marcela, una catamarqueña que está disfrutando su primer verano en la localidad más antigua del Sur de Villa Gesell. Ella y su pareja Ariel se trajeron las bicicletas todo terreno y la indumentaria acorde para aventurarse en dos ruedas por el bosque.
También hay muchos que se juegan por acampar y disfrutan estadías 100% naturales en sus carpas o motorhome en el “Camping de Ingenieros”.
Son muchos los turistas que vienen de todo el país, el mendocino Ricardo no cambia Mar Azul por nada. Ya es el cuarto año consecutivo que elije este destino y lo disfruta a full junto a su familia y una familia amiga. Aprovechan los días nublados para ir a pescar camino al Faro Querandí, circuito que hacen con su camioneta 4 x 4 con la que pueden ingresar a la playa por la última calle de Mar Azul, la 47. Es el único acceso permitido para vehículos todo terreno y está controlado por policías de tránsito que verifican que los ocupantes cumplan con las condiciones de seguridad y los cuidados especiales para transitar en playa. “Amamos Mar Azul”, confiesa su esposa, mientras los hijos de ambos matrimonios se alistan para la aventura pesquera.
Pero Mar Azul no termina en la calle 47, porque ahí comienza el camino hacia la Reserva Natural Faro Querandí a una distancia de 15 km de puro mar y playa virgen repleta de gaviotas y otras especies de aves. Un verdadero paraíso donde los turistas que lo descubren pasan jornadas completas hasta el atardecer.
En Mar Azul se respira buena onda y alegría, la gente que elige el pueblo para pasar sus vacaciones quiere lo que el lugar tiene, no quiere más y no quiere que se transforme en otro lugar. “Lo queremos así como está, agreste, no queremos que se urbanice”, asegura Rulo mientras espera su pedido en un restó del centro.
Así, simple y tranquilo, con sus calles de arena que invitan a largas caminatas o a correr. Con sus pinos, acacias, álamos, sauces, verde, bien verde por donde se lo mire. Con ese mar hermoso y esa playa extensa y natural sin balnearios. Solo los guardavidas y los vendedores ambulantes de helados, churros, pulseritas y trencitas, vestidos playeros y hamacas paraguayas.
Con su circuito de Artes y Artesanías donde se puede encontrar a los escultores y artesanos en sus propias casas y espacios, que trabajan con hierro, metal, vidrio, cerámica y crean objetos únicos.
Con la oferta de talleres y espectáculos de la Casa de la Cultura Mercedes Sosa , abierta todo el año y los repertorios de las bandas locales como L’ Astengo Morando.
Con su noche corta, porque las salidas a cenar y a dar una vuelta por el pequeño centro se terminan como mucho a las 12. Salvo en el mítico bar Mr. Gone donde el rock se acuesta más tarde.
“Trajimos al nene a jugar al Minigolf, cenamos en la pizzería histórica La Muzza de Manolo y ya nos vamos a dormir contentos y tranquilos”, dice Luciano de Neuquén. “Mañana volveremos al centro para llevarlo a Pedro a los jueguitos electrónicos”, promete.
En Mar Azul todo está pensado para la familia. Hay muchos lugares donde los adultos pueden ir con los chicos, uno de ellos es La Casa de Madera , un lugar mágico donde venden artesanías y ropa de diseño, y que en su jardín funciona un bar en el que todas las noches se presentan cantantes y bandas de jazz, folklore, bossa nova y rock en un ámbito muy familiar.
Así se acuesta el pueblo, después de haber ofrecido lo mejor de sí a sus visitantes.
Los turistas se van a descansar relajados,
en sintonía con el bosque y en un silencio reconfortante…
Tal cual lo soñó su fundador Astengo Morando…