Bodega Colomé en Salta: vino, arte y naturaleza en un destino inolvidable

Foto del autor

By Gaby Jatón

Hay lugares que no se pueden explicar, solo experimentar. Espacios que conjugan historia, paisajes y emociones de una manera tan perfecta que, al visitarlos, uno siente que todo cobra sentido. Así es Bodega Colomé, en la provincia de Salta, una joya enclavada en los Valles Calchaquíes que reúne lo mejor del vino, el arte y la naturaleza. Un destino en sí mismo, donde cada día puede estar dedicado a descubrir una pasión diferente.

Llegar hasta  Colomé es en sí parte de la experiencia. A seis horas de Salta Capital, el camino serpentea entre montañas, atraviesa la mítica Cuesta del Obispo, toca el encantador pueblo de Cachi, y se adentra en una región donde el tiempo parece haberse detenido. A 2.300 metros de altura, con cielos diáfanos y sol casi todo el año, el aire es puro y la energía se siente desde el primer momento.

Fundada en 1831, Bodega Colomé es una de las bodegas más antiguas en funcionamiento de la Argentina. Sus viñedos centenarios y la historia que los rodea hablan de un pasado ligado a los últimos virreyes, de familias que encontraron aquí un refugio y de una tierra que, desde siempre, supo que el vino era parte de su esencia. Desde 1996, la familia Hess transformó este rincón remoto en una propuesta integral que combina su amor por el vino con otra de sus grandes pasiones: el arte contemporáneo.

La Estancia Colomé, el hotel,  invita a quedarse más de una noche. Porque aquí, cada jornada tiene su propia aventura. Se puede caminar hasta una cascada cercana, visitar la granja o la huerta orgánica, relajarse junto al río o simplemente contemplar el paisaje desde una galería con copa en mano. Para los amantes del arte, el museo James Turrell —único en Sudamérica— ofrece una experiencia sensorial inolvidable. Y quienes disfrutan del turismo activo pueden salir a explorar los senderos que cruzan la finca, a caballo o a pie, descubriendo rincones que parecen de otro mundo.

La gastronomía en Colomé es otro capítulo aparte. Bajo la filosofía del kilómetro cero, la cocina liderada por Patricia Courtois se nutre de los productos de la granja propia y de la comunidad. Nada es forzado, todo surge naturalmente: lo que da la tierra, lo que traen los vecinos, lo que está de estación. Por eso el menú cambia y sorprende. Hay yogures y quesos artesanales, frutas recién cosechadas, panes caseros, granadas regaladas por la gente del lugar. No todos los días hay lo mismo, y en eso radica su encanto: en seguir los ciclos de la naturaleza, como en los viejos tiempos.

Pero más allá de su belleza y su propuesta de lujo discreto, lo que convierte a la Estancia Colomé en Salta en un lugar único es su vínculo con la comunidad. Más de 500 personas viven en la zona y muchas de ellas forman parte del proyecto, no solo como trabajadores sino como protagonistas. Jóvenes que se apasionaron por la cocina, vecinas que se capacitan en terapias de bienestar, familias que colaboran con la huerta o con la elaboración de productos. En Colomé no se trata solo de ofrecer turismo de calidad, sino de construir un modelo sostenible, comprometido, real.

Para quienes están de paso, también hay opciones: visitas guiadas por la bodega, cata de vinos de exportación, recorridos por el museo. Dos turnos diarios, de martes a domingo, permiten adaptarse a quienes vienen desde Cachi, Molinos o Cafayate. Y, claro, siempre existe la posibilidad de almorzar o simplemente detenerse un rato a disfrutar de una copa y el paisaje.

Visitar Bodega Colomé es desconectarse del ruido para volver a conectarse con lo esencial.

Es regalarse un tiempo para sentir, para descubrir, para respirar profundo.

Es, sin dudas, una de esas experiencias que quedan para siempre.

Deja un comentario

WhatsApp chat